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sábado, 11 de abril de 2015

Entre la puerta y la calle.

Adentro, frío. Afuera calor. -¡Que indecisión!- decía Rojo - mejor me quedo en la puerta.
Todas las tardes de verano, Rojo se encontraba en una encrucijada: si salía, los látigos del bochorno lo desanimaban y si entraba, el viento polar irritaba la garganta del anciano.
Pensaba que quedarse en el portal sería una solución para encontrar un temporal primaveral que no le hiciera quedarse pegado a la ropa o que le diera un resfriado.

Rojo lo llaman sus amigos que ahora están en el hogar de ancianos, esos con los cuales había compartido la infancia. Viejos que extrañan el licor y los programas de mujeres semidesnudas. Ahora están sentados mirando la ventana, babeando, prefieren ver pasar el día antes que ver la misma mierda en la televisión: demasiada cara sin arrugas y demasiada publicidad de vacaciones que ya no pueden disfrutar. Todos sus amigos perdieron las ganas de vivir cuando cruzaron las puertas del ancianato contra su voluntad. Entraron a ese edificio invernal, donde también en el interior hace mucho frió, ahora son sombras sin vida en ese verde edificio con estatuas grises, recordados a la fuerza porque la calle huele a esterilizarte y a adornos de flores.

Pero el anciano no quiere llegar allí, se resiste aunque sea su inocua perdición. Rojo siempre ha sido un hombre que vive en una metáfora, que vive en lo que cree que es un eufemismo, así como una caverna filosófica donde comprende todo, el que salió de la alegórica caverna platoniana y volvió para volverse a encadenar.

Se llama así porque se quedo en la propiedad del señor pasión. Se quedo rojo porque veía las cosas prohibidas para la pureza. Vivió mas en la calle saciando sus instintos, por ello, a estas edades prefiere vagar por las calles y pasar calor y moverse constantemente a permanecer rígido y espectante en su congelada morada. Y toda hace parte de su gran alegoría de vida.
Ahora que ya no hay energía, y las ganas de seguir caminando se dan mas difíciles, Rojo prefiere rememorar qué se sentía cuando la primavera albergaba las expectativas y los sueños, cuando era muy tarde para encender calderas o cuando no preocupaban las moscas desquiciantes.

No faltaron nunca las tormentas eléctricas en ese camino de vuelta al hogar. Allí por donde los senderos olían a polvo levantado por las gotas y las moscas, en tropel, buscaban carne muerta. Rojo sabía que su sangre es la que le da su nombre y la ha derramado en promesas y apuestas mundanas, la calavera no chilla, pues ahora Rojo es mas huesos que carne.

La madre gesta, no cabe duda de lo pasajero que sera su paso por lo terrenal. Nace Rojo para volver al vientre oscuro rodeado de tierra. Su padre, portaba la guitarra, su oficio. Hasta que no rompió todas las cuerdas no dejó de sonar la melodía y con cada cuerda rota la guitarra pierde el poder y la energía.Cuando se quedó sin cuerdas, la puede dejar guardada en un estuche o va a parar a una hoguera para dar calor al recuerdo.

Rojo pierde el color en su inútil búsqueda de la estación que no es la suya. Baja del tren en la parada equivocada y entonces comprende el recorrido indispensable, sabe que somos mas palabras que lo escrito.Cae la noche y se pregunta ¿Cuanto mas? La puerta está abierta y trae consigo corriente, es la hora de entrar a dormir.